No es casualidad la cantidad de jugadores que están sufriendo lesiones o llegando —los afortunados que lo han conseguido— a este final de temporada con el depósito en reserva. El tenis, antaño símbolo del deporte individual por excelencia, atraviesa ahora un inexorable cambio de tendencia. Estar solo en pista ha dejado de ser su rasgo más distintivo (entre otras cosas, porque el coaching ya está permitido), y un nuevo ingrediente se ha sumado a la coctelera: la dureza del calendario. Todo ello, como casi todo en la vida, en busca del beneficio económico y del “espectáculo”. Menudo espectáculo.
Jannik Sinner, su más reciente víctima
El cuerpo del italiano ha sido el último en claudicar ante la inverosímil exigencia del circuito. El pasado miércoles 1 de octubre, Sinner se alzó con su segunda corona en Pekín (6-2, 6-2 ante Learner Tien), confirmando su ambición por recuperar el número 1 del ranking ATP. Pues bien, ese mismo día comenzaba el Masters 1000 de Shanghái.
Menos de 24 horas después, el de San Candido voló hacia allí, debutó el sábado —donde, por cierto, defendía título— y, cinco días después de ganar en Pekín, se vio obligado a retirarse ante Tallon Griekspoor. Las imágenes del transalpino, cojo y acalambrado, se volvieron virales. Menudo espectáculo.
Una epidemia en el tour
La lista de damnificados no se limita al número 2 del mundo. En el top 10, tres tenistas más (Alcaraz, Shelton y Draper) arrastran lesiones, y muchos otros —Ruud, Rublev, Paul, Mensik, Medvedev, Machac o Tsitsipas— llegan exhaustos.
Surgen dos preguntas inevitables: ¿tiene el calendario la culpa? y, si es así, ¿en qué medida? Cada caso es distinto, pero una cosa está clara: la primera se responde sola.
Los funestos Masters 1000 modernos
Una de las claves de este agotador tour es la ampliación de los torneos más prestigiosos: de una semana a diez días. Aparentemente, los jugadores ganan descanso, pero también se desgastan más en los días previos. Incluso permanecer concentrado en la sede del torneo supone un esfuerzo mental enorme.
Y si a siete de los torneos más importantes —con Montecarlo y París-Bercy como últimos bastiones— les aumentas la duración y además son de participación obligatoria, el resultado es evidente: un mes más de competición al año. Un calendario ya de por sí asfixiante.
Los datos hablan: esta temporada se han registrado 40 retiradas en Masters 1000; hace tres años eran solo 12. La tendencia es clara, y el crecimiento, alarmante.
¿Qué nos depara el futuro?
Sin cambios, los abandonos se volverán rutina. Los pocos que puedan lo recortarán; el resto seguirá haciendo malabares para sobrevivir. Es, de hecho, lo que ya estamos viendo.
La imprevisibilidad también aumentará. Este Shanghái lo demuestra: sin Alcaraz ni Sinner —no son máquinas que dominen el tour todo el año— y con una segunda línea irregular (Zverev, Fritz, Shelton, Draper, Musetti o Rune), los campeones inesperados serán la norma.
Y no se les puede culpar. Si @Miguelcmm1 tuvo que renunciar al dobles en el Grand Slam Olvidado para aspirar al título individual, imagínense lo que implica en el circuito profesional. Menudo espectáculo.