En la pista estarán Carlos Alcaraz, Novak Djokovic, Jannik Sinner, Alexander Zverev, Taylor Fritz y Stefanos Tsitsipas, que sustituye al lesionado Jack Draper. Seis nombres de primer nivel que dan sentido al título del evento: los seis reyes del tenis actual.
El nuevo “circo” del tenis
El torneo se celebra del 15 al 18 de octubre en la ANB Arena, dentro del festival Riyadh Season. Lo retransmite Netflix en todo el mundo, un paso más en su apuesta por el deporte en directo. Para el público, es un producto simple: horario de tarde en Europa (18:30 hora peninsular), partidos cortos, ritmo televisivo y montaje digno de un show.
El formato es directo: seis jugadores, dos partidos de cuartos de final el miércoles, semifinales el jueves, descanso el viernes y final el sábado. Los cabezas de cartel, Alcaraz y Djokovic, entran directamente en semifinales, mientras que los otros cuatro buscan su sitio en el cuadro.
Calendario por días
Mié 15 oct — Cuartos de final
• Sinner vs Tsitsipas
• Zverev vs Fritz
Jue 16 oct — Semifinales
• Djokovic vs ganador Zverev/Fritz
• Alcaraz vs ganador Sinner/Tsitsipas
Vie 17 oct — Descanso
Sáb 18 oct — 3.º puesto + Final
Riad quiere tenis (y titulares)
Nada es casual. Arabia Saudí lleva años comprando espacio en el mapa deportivo global, y el tenis se ha convertido en su siguiente objetivo. En 2024 organizó la primera edición del Six Kings, con Sinner levantando el título ante Alcaraz. Ahora repite fórmula, pero con más producción, más audiencia potencial y, por supuesto, más dinero.
El cheque que lo explica todo
El evento reparte alrededor de 13,5 millones de dólares. Cada jugador cobra 1,5 millones solo por acudir, y el campeón se embolsa hasta 6 millones entre premios y bonificaciones.
Eso convierte al Six Kings Slam en el torneo con el mayor premio individual del tenis mundial, por encima incluso de los Grand Slams y de las ATP Finals, aunque sea una exhibición sin puntos.
Nadie lo oculta: aquí se viene a competir, sí, pero sobre todo a cobrar.
¿Es tenis o es espectáculo?
Depende de a quién se le pregunte. Los puristas lo ven como una distorsión: partidos sin valor deportivo que restan foco al circuito. Los organizadores lo venden como una oportunidad para acercar el tenis a nuevas audiencias. Y los jugadores, mientras tanto, lo aceptan como una forma rentable de cerrar la temporada sin la presión habitual.
La realidad está en medio. El Six Kings Slam no busca legado ni épica: busca impacto. En tres días ofrece lo que el público quiere ver —grandes nombres, partidos entre (casi) tops 10, realización moderna— y deja un mensaje claro: el tenis puede ser entretenimiento puro, aunque eso incomode a los románticos.
Opinión
El Six Kings Slam funciona porque no engaña a nadie. Es un show de lujo con raquetas, y en ese papel cumple a la perfección. Para los jugadores, es un premio extra. Para Riad, una operación de imagen. Para el espectador, una excusa para ver a los mejores sin esperar a enero.
Además, no todos llegan en forma: varios arrastran dudas físicas o de juego; el caso más evidente es Stefanos Tsitsipas, que está atravesando uno de los años más discretos de su carrera. En una exhibición esto pesa menos —el guion favorece el espectáculo—, pero también puede exponer la falta de ritmo y romper un poco la idea de “seis reyes en plenitud”.
¿El riesgo? Que el tenis se acostumbre a este formato y acabe confundiendo el espectáculo con la competición. Si se mantiene como una cita puntual de final de año, será un acierto. Si se multiplica, puede acabar erosionando el valor de lo que realmente importa: los torneos que se ganan con puntos, historia y nervios.
Hasta entonces, Riad tiene lo que quería: seis reyes, un escenario brillante y todo el planeta mirando.