La temporada de Alexander Zverev ha estado marcada por la ausencia de títulos y un sinfín de justificaciones para explicar su bajo rendimiento. En lo que llevamos de año, el número 3 del mundo solo ha logrado alzarse con un título: Múnich, donde derrotó a Ben Shelton en dos sets.
Parecía que el curso empezaba con buen pie para el alemán, aquel que en enero se abrió paso con autoridad en el Open de Australia. Muchos creyeron entonces que había llegado su momento, pero un Sinner intratable se encargó de apagar el sueño de su primer Grand Slam. Desde entonces, la regularidad de Zverev ha ido en caída libre, y la distancia con el italiano en el ranking ATP es cada vez más amplia.
Una mochila llena de excusas y pocos resultados
La última decepción llegó en Shanghái, tras caer en tercera ronda ante Arthur Rinderknech en un partido apretado. Un rival que, además, le hizo revivir el mal recuerdo de Wimbledon, donde fue eliminado a las primeras de cambio, sin opción siquiera de competir por el título.
Su trayectoria reciente deja más dudas que certezas. El propio Zverev ha admitido haber perdido confianza en su tenis, aunque se apresura a añadir que arrastra molestias en la espalda desde comienzos de temporada y que el año está siendo especialmente exigente a nivel físico. Sea realidad o excusa, lo cierto es que se suma a la larga lista de argumentos con los que viene justificando sus resultados. Porque, salvo en Australia, el alemán apenas ha superado los cuartos de final en ninguno de los Grand Slam disputados.
Pistas demasiado rápidas, superficies diseñadas para favorecer a Sinner y Alcaraz, público irrespetuoso, calor, humedad, calendario ajustado, exigencia excesiva… Nada parece de su agrado. Y Shanghái se presentaba, precisamente, como una oportunidad ideal: sin Alcaraz ni Sinner, con Djokovic tocado y un cuadro despejado, el camino hacia su primer Masters 1000 del año parecía allanado. Sin embargo, una vez más, el infortunio —o la falta de respuesta— volvió a cruzarse en su camino.
¿Qué será lo siguiente? El tiempo empieza a jugar en su contra, y 2025 no parece ser su año. Otra vez será, Sascha.